Eres tú en realidad quien determina cuándo puedes meditar. No hay buenos ni malos momentos, se trata simplemente de convertirlo en una costumbre, en una rutina que se instala en tu día a día. Hay quien medita por la mañana, al despertar; otros lo hacen después de la ducha, o antes de la pausa del almuerzo, durante la pausa del almuerzo, después del almuerzo, después del gimnasio, por la noche cuando llegan a casa, mientras pasean al perro, antes de dormir... Hay tantos momentos posibles como meditadores. Encuentra tu momento y mantenlo. Selecciona un momento en el que nadie vaya a molestarte, en el que puedas estar cómodo o cómoda, en el que no estés demasiado cansado en general, en el que necesites calma y claridad….
Si quieres, también te aconsejamos que prolongues la experiencia haciendo varias meditaciones informales (de 10 segundos a 1-2 minutos) en cualquier momento del día para volver a conectar contigo: al empezar una reunión, mientras caminas por un pasillo, en el transporte público, mientras comes…
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